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RETRATO

Hay encuentros que te marcan, por su intensidad, por la carga emocional y creativa, por la vida misma quizĆ”s, un magnetismo impalpable pero aĆŗn presente. Aunque no hubiĆ©ramos sido muy elocuentes con ella durante nuestro primer encuentro, el momento fue rico. Escribiendo admiramos la obra de Irina Ionesco desde hace mucho tiempo, con toda probabilidad desde el momento en que la conocimos. Una atmĆ³sfera Ćŗnica, una atmĆ³sfera oscura y lĆŗgubre, una descarga emocional y erĆ³tica. Luego nos encontramos con la pelĆ­cula autobiogrĆ”fica de su hija, ā€œMi princesitaā€, e inevitablemente, cuando saliĆ³, nos forjamos una imagen sesgada y engaƱosa de ella, al menos para nosotros. EscĆ”ndalo aparte, Irina Ionesco es un monumento de la fotografĆ­a, una cierta y abundante influencia en el medio del fotĆ³grafo y en particular de la foto de desnudo. RĆ”pidamente nos invitĆ³ a su casa despuĆ©s de ser presentados por una de sus amigas, la fotĆ³grafa Malika M. Llegamos a la frontera de ParĆ­s, en el Bois de Vincennes y tomamos el ascensor. Una seƱora bajita de 80 aƱos nos abriĆ³ la puerta. Su rostro estaba pĆ”lido, demacrado, bajo el cabello castaƱo peinado en moƱos, dos cejas en forma de V del mismo tono dominadas por ojos cargados de historia. Llevaba joyas victorianas, otras traĆ­das de Egipto sobre un vestido oscuro y un paƱuelo. En sus manos, tatuajes de serpientes. Entramos en una sala de estar enriquecida con vapores de Ć”mbar, paredes escarlatas saturadas de baratijas, retratos de su hija, su nieto, sus gatos, sus esposas... Mesas pedestales y mesas rebosantes de libros y hermosos libros montones de grabados, marcos de cartas y correspondencia estaban dispuestos en la habitaciĆ³n. Una sola unidad en el apartamento, una monomanĆ­a, un punto comĆŗn a todas sus paredes, el fantasma de su hija, Eva, que seguirĆ” siendo su obsesiĆ³n. Bajo una luz tenue acentuada por la noche exterior, echamos un vistazo mĆ”s de cerca a los objetos, incluido un ataĆŗd que descansa sobre una alfombra persa, uno de sus libros de tela negro azabache, un ataĆŗd de sarcĆ³fago igualmente sombrĆ­o, un tocador de calavera laminado completamente plateado sobre una manta y patas de cuervo en las cuatro esquinas, como pies. Nos sentamos y comenzamos la entrevista. Nos explica con voz fluida y rĆ­tmica cĆ³mo llegĆ³ a la fotografĆ­a...

 

Nacida en ParĆ­s en 1930 de padres rumanos, ambos artistas, Irina Ionesco tuvo una infancia complicada. Se menciona regularmente que fue abandonada por su madre a la edad de 4 aƱos, pero no es asĆ­. Se uniĆ³ a su abuela en Rumania, donde viviĆ³ hasta 1946. Para escapar de la ocupaciĆ³n rusa, huyeron juntas del paĆ­s para refugiarse en la ciudad natal de Irina. De todas las pasiones que existen, Irina elige la danza. Muy flexible por naturaleza, se convirtiĆ³ en contorsionista y montĆ³ su propio espectĆ”culo como bailarina de serpientes. ActuĆ³ por toda Europa hasta que un accidente durante una actuaciĆ³n la obligĆ³ a detenerse. Luego recurre a la pintura de lugares vacĆ­os que tienen la particularidad de estar adornados con un objeto femenino en el centro. Su pasiĆ³n por la fotografĆ­a se manifiesta cuando su amigo el pintor Corneille le regala una cĆ”mara. Apenas un aƱo despuĆ©s, toma su primera fotografĆ­a, "RaphaĆ«lite Hair". Irina tiene una revelaciĆ³n: fotografiar mujeres en lugar de los objetos que pintĆ³ y que serĆ”n el doble de ella misma. Luego comenzĆ³ a fotografiar mujeres, asĆ­ como a su hija, su musa y la pieza central de su trabajo. Su primera exposiciĆ³n diez aƱos despuĆ©s (1974) marcĆ³ el inicio de su fama y de muchos proyectos colectivos e individuales. Gran exploradora por su serie de fotografĆ­as de viajes, novelista en su autobiografĆ­a "L'oeil de ladoll" (2004) y fotĆ³grafa de moda para diversas revistas y marcas, Irina Ionesco es una artista polifacĆ©tica. Fan ferviente de Cecil Beaton, August Sander, Richard Avedon, Robert Mapplethorpe y Diane Arbus, es incluso una apasionada de la fotografĆ­a de moda. Este fascinante universo que nos ofrece Ionesco estĆ” construido como una obra de teatro. Presenta a sus modelos como actrices. Adornadas con joyas, guantes, complementos simbĆ³licos y objetos fetiche, son mujeres con muchos rostros. Fuertemente inspirada en su vida y el orientalismo, su gran atracciĆ³n por el orientalismo y varios aspectos autobiogrĆ”ficos se reflejan en la elecciĆ³n de sus modelos que encarnan sus modelos encarnan iconos bizantinos, diosas paganas o cortesanas de burdel. Para ella: ā€œcada sesiĆ³n, puesta en escena, se concibe como una secuencia teatral, integra a la mujer en un universo onĆ­rico, donde ella misma es mĆ­tica, mĆŗltiple, inventadaā€. Crea asĆ­ un universo hipnĆ³tico, tanto para los espectadores como para las modelos que se sienten hechizadas por la artista. Son mujeres espejo. El gran parecido entre la fotĆ³grafa y sus modelos los convierte en un mismo personaje. La relaciĆ³n que mantienen es por tanto de gran complicidad y dura mucho tiempo (8 a 10 aƱos). Siempre fotografiadas de noche, sus modelos quedan sorprendentemente hipnotizadas por este universo. Irina escribe la historia de su vida a travĆ©s de su fotografĆ­a. Al inmortalizar a estas mujeres, es ella la que pone en escena: "Mi vida, mi pasado, el circo, el escenario, el teatro, mi madre, el trapecio, y luego esta vida asĆ­, de Ć©tica que adquirimos en una disciplina que es el escenario, y que no es un lugar especialmente burguĆ©s, con otros temas. Las fotografĆ­as que toma de su hija, Eva, son fascinantes, pero a veces para peor. De cuatro a doce aƱos, Eva era solo una niƱa cuando su madre decidiĆ³ convertirla en su musa. Cada semana la fotografĆ­a mirĆ”ndose a sĆ­ misma: "Era un espejo, como todas las demĆ”s mujeres". 
 

Para Irina, "Eva fue una inducciĆ³n natural de mi trabajo. Era la favorita porque obviamente era alguien a quien amaba, y un niƱo tiene mucho mĆ”s carisma, encanto, sorpresa y sin precedentes que cualquier otra persona que ya haya crecido". siendo mayor de edad, Eva demandĆ³ a su madre. Irina fue entonces condenada a una multa de diez mil euros en lugar de doscientos mil. No obstante, conservaba el derecho a conservar la propiedad de los negativos que habĆ­a hecho de su hija. Irina seƱala que ninguna jurisdicciĆ³n en el mundo las habĆ­a censurado y que Eva habĆ­a participado, como adulta, en la distribuciĆ³n y comercializaciĆ³n de estas fotos mediante la firma de contratos. Ella nos confiesa "TomĆ© estas fotos por amor a Eva. No torturas a tu hija". QuerĆ­a hacer de ella un Ć­dolo, que nunca serĆ” olvidado.En la dĆ©cada de 1970, las obras de Irina, ni se disputan ni se censuran, se exhiben en los cuatro rincones del mundo, en Egipto, en los Estados Unidos. ts United, en JapĆ³nā€¦ A partir de ahora y despuĆ©s de los juicios, estas fotos no pudieron escapar al escĆ”ndalo. La sexualizaciĆ³n de la imagen de un niƱo no pasĆ³ desapercibida, debido al erotismo de las poses. La magia del universo Ionesco se convierte en hechizo. Sin embargo, esa no es la voluntad del fotĆ³grafo. Como explica Pierre Bourgeade en una colecciĆ³n de fotografĆ­as erĆ³ticas de Irina de la colecciĆ³n "Images Obliques": se imprime como un sello en el lado de la lente. ā€œMe encantan las vĆ­rgenesā€, dice Irina. La polĆ©mica arrojĆ³ una sombra fatal sobre un arte que siempre ha sido y sigue siendo un monumento al esteticismo: Irina hace arte. Tras realizar el mediometraje ā€œLa ley del bosqueā€, Eva aborda ā€œMi princesitaā€ (2011), una pelĆ­cula autobiogrĆ”fica y novelada sobre su infancia. Su personaje serĆ” encarnado por una niƱa llamada Violetta y el de su madre por Hannah, una madre retratada como sulfurosa e interpretada por Isabelle Huppert. Toujours calomniĆ©e et salie par une image d'elle viciĆ©e par ce film, Irina loin de fustiger ce dernier nous rĆ©vĆØle que contrairement Ć  ce personnage hystĆ©rique, infĆ¢me et exagĆ©rĆ©, et bien que naturellement excentrique, Irina Ć©tait calme et qu'Eva Ć©tait son amour loco. La obra de Irina Ionesco ha influido en multitud de artistas. La atmĆ³sfera oscura que se encuentra en sus tomas es la palabra clave de su estilo tan particular. Rostros de mujeres tan inocentes que encarnan sĆ­mbolos erĆ³ticos y fetichistas crean una atmĆ³sfera tan morbosa como hechizante. No podemos evitar sentirnos atraĆ­dos por esta invitaciĆ³n a la imaginaciĆ³n, a los sueƱos, como en su serie de Alicia en el PaĆ­s de las Maravillas para Vogue enfant. El universo cargado de Irina nos hechiza. Llena de sĆ­mbolos, su obra hace armoniosa la asociaciĆ³n de un encantamiento ilusorio.

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- Encuentra la continuaciĆ³n de Irina Ionesco enRevista Normal #1 -

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