Julien Benhamou es el fotógrafo de la danza, el músculo y el movimiento. Ya sea que dispare al aire libre o en el estudio, vuela y gira, el estilo es etéreo, la dinámica construida como una medida rítmica, en la que uno no se aburre. Porque eso es lo que es; aunque la imagen permanezca fija, el objeto es versátil, volátil, móvil, animado por la cadencia. El espectador está sin aliento, marca el ritmo con un leve movimiento de cabeza, porque el espectáculo está vivo, cobra vida ante sus ojos para permitirle proyectarse en la sala, en la escena. A través de su arte, Julien capta la poesía de las curvas y las líneas tensas y vendadas. Nos ofrece el espectáculo del esteticismo, el movimiento congelado, congelado en su eternidad. Olvida la imagen académica de los ballets clásicos, las poses se liberan de convenciones, se reivindican referencias a arquetipos de la moda: luces artificiales opalinas con reflejos iridiscentes, juegos de materia y textura, bailarinas posando como maniquíes... Porque sus modelos son artistas, bailarinas, grandes bailarinas, la elegancia misma.